Los presidentes mexicanos, con todo y su poder, empiezan a desdibujarse en la medida en que se conoce el nombre de su sustituto. El caso de Andrés Manuel López Obrador puede ser distinto porque su partido político es muy nuevo y no son pocos los que opinan que él y solo él encarna el color guinda de Morena y su programa político. Por eso las elecciones presidenciales, dicen, serán un plebiscito a su Cuarta Transformación, por lo que su imagen puede seguir siendo pesada para el candidato a sucederle. Y ese nombre se sabrá en 2023, entre Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, según las encuestas. Con Adán Augusto López quizá dando una sorpresa. El cuarto en liza, Ricardo Monreal parece disiparse, en la medida en que no aclara si seguirá vinculado a Morena o, finalmente, se arrimará a las fuerzas opositoras; el presidente ni le ha mencionado en las últimas comparecencias, pero el jefe de la bancada morenista en el Senado puede dar la sorpresa por su cuenta y riesgo.
“Será interesante ver la convivencia entre López Obrador y el candidato que gane la selección para sucederle. No es seguro que el que lo consiga tenga vida propia, porque Morena no se ha consolidado como partido, es Obrador el que le da sentido; tampoco hay un programa político, más bien se trata de la lealtad al líder”, apunta el historiador del Colegio de México Humberto Beck. “Si la gente percibe que el candidato tiene el apoyo de Obrador, probablemente ganará”, añade Beck. Pero advierte un problema derivado de la famosa revocación de mandato que ideó el presidente para dar lustre a su sexenio: “Es un instrumento que puede servir para derribar presidentes, incluidos los de su propio partido, máxime tras las reformas aprobadas, en las que se baja el umbral de participación ciudadana” requerido para dar por vinculantes los resultados de esas votaciones.
Si se tienen en cuenta estas consideraciones de Beck, el 2023 será parecido a este año, donde los candidatos apenas se han despegado en sus intervenciones de la adhesión al líder.
El 4 de junio supondrá un alto en el camino de calado. Ese día se celebran elecciones a las gubernaturas de Coahuila y del Estado de México, este último de enorme poder simbólico y el más poblado del país, con unos 17 millones de habitantes. Es el último gran bastión del PRI y trampolín de presidentes. “Ahí se juega mucho, creo que esas elecciones marcarán el rumbo hacia 2024 y una derrota de Morena en el Estado de México puede ponerle en aprietos para las presidenciales”, opina Gustavo Gordillo. Para este analista político, la morenista Delfina Gómez, anterior secretaria de Educación, “es una candidata débil mientras que la fuerza del PRI en esta entidad es mayor que en otros territorios. Defenderán su fortaleza”.
No opina lo mismo Francisco Abundis, quien cree que Morena, con el apoyo del Partido Verde puede dar por ganado el Estado de México y allanar definitivamente el camino a las presidenciales. El actual gobernador priista, Alfredo del Mazo, no entrará en la elección “y es difícil para la oposición situar a alguien para contrarrestar un apellido que lleva años bautizando hospitales, escuelas, avenidas. Tres generaciones de Mazo”.
El olfato político de Gordillo apunta, además, a otro escenario no exento de emoción para 2023 como tobogán de las presidenciales. “No estoy seguro de que Claudia Sheinbaum sea la candidata inevitable. El presidente sabe engañar con la verdad así que puede que lo que parece tan claro y obvio no lo sea. Después de todo, la gestión de Sheinbaum ha sido defectuosa, casi perdieron la ciudad en 2021 y ella es la jefa. El Gobierno de la capital es de una complejidad increíble, cualquier cosa que pasa tienen repercusiones nacionales”, afirma Gordillo.
La oposición política se mueve aún sin rumbo. Es de esperar que en 2023 consigan rearmarse con un candidato solvente y de consenso, como pretenden, quizá salido de las elecciones en el Estado de México. En política como en el fútbol, las sorpresas a veces ocurren en el último minuto. La gran marcha contra la reforma del INE el pasado 13 de noviembre supuso un espaldarazo social a la oposición configurada como un bloque, medido tanto en fuerza como en ánimo electoral. Pero ese impulso corre el riesgo de diluirse como las ondas que deja la pedrada en el agua si no se lanzan más piedritas. “Esa marcha fue como el resucitar de la muerte cerebral en la que estaba sumida la oposición, pero hay que reconocer que el 2024 está a la vuelta de la esquina y están lejos de tener un candidato o un proyecto. Los que se han postulado por ahora son muy menores y apenas tienen en común el odio a López Obrador”, explica Beck.
Pesos pesados del PRI ya han levantado la mano para encabezar un supuesto cartel común con el PAN y el PRD, como Claudia Ruiz Massieu o Beatriz Paredes, entre otros. Ambas tienen veteranía en el partido tricolor, sin que se sepa a ciencia cierta si esto suma o resta en un partido que ha ido perdiendo sin descanso todo el poder que tuvo durante décadas. Por el PAN se postulan nombres como Santiago Creel, presidente de la cámara de Diputados, o la siempre polémica senadora Lilly Téllez. Pero queda todo un año y hay otro partido en juego que no se debe olvidar, Movimiento Ciudadano. El bloque opositor le hace guiños para que sume a ellos sus fuerzas, pero no se dejan. Por el momento. No lo pierde de vista el profesor Beck, quien lo considera “el único partido de oposición con alguna perspectiva, aunque sea por su relativa novedad y el carácter mediático de algunas de sus figuras. Claro que con eso no basta”, dice.
“Yo creo que Movimiento Ciudadano está jugando más a la consolidación, con una meta más puesta en el 2030 que en el 2024″, opina Abundis. Eso restaría un factor de sorpresa para un año que se adivina romo. En todo caso, la campaña oficial no empieza hasta la tercera semana de noviembre.
Con un escenario tan volcado en la política de partidos como se prevé para el nuevo año, la preocupación inmediata de Maribel Flores es la gobernabilidad. La directora de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del TEC en el campus de Puebla cree que se recrudecerá la batalla política y saldrá perdiendo la sociedad. “Si el presidente no se concentra en gobernar el país, aún subirán los índices de inseguridad, los problemas en el sistema de salud, en la educación. Perder la capacidad de gobernar en México es perder la libertad, por ejemplo, con los asesinatos de periodistas”, dice. “Debe haber un movimiento social organizado y consolidado, crítico, que impida que se debilite más la democracia”, afirma la especialista en Políticas Públicas.
A punto de cambiar el calendario, este año deja dos nuevas leyes aprobadas, dos reformas constitucionales y decenas de cambios en los ordenamientos vigentes. Quedan pendientes para 2023 normas como la de Telecomunicaciones, la Ley de Aeropuertos y la de Aviación Civil, el Código Civil y de lo Familiar o la Ley del Cannabis, cuyo retraso en las cámaras tuvo que suplirlo una sentencia emanada de la Suprema Corte. En lo económico, México cierra el año con algunas buenas noticias que tienen que ver con la solidez de peso o una atractiva tasa de interés para los ahorradores extranjeros; el déficit parece controlado y las remesas que envían los migrantes amplían los márgenes del bienestar. Las relaciones comerciales y políticas con Estados Unidos avanzan sin sobresaltos, por más que haya asuntos que dirimir no hacen mucho ruido.
Educación, sanidad, feminismo. Poco se espera ya de estas políticas que no se haya podido o querido hacer en los cuatro años precedentes. El 2023 será un juego de partidos.
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